(24/10/98)
He recibio el espejo a las 9’00 A.M. El envoltorio parace intacto y su trasporte es corretcto.
Gracias a la ayuda, totalmente interesada de los mozos, ha quedado en buen recaudo en el ala norte del del segundo piso. (NOTA: Recordar pedir más dinero por la propina de los empleados).
Es magnífico, desde luego.
El marco estaba totalmente cubierto de gemas engarzadas en oro viejo. Más bien parece una delicada obra de orfebrería que un típico espejo ritual. Entre las piedras preciosas, cabe destacar, brillantes, diamantes y ópalos de gran tamaño. Todas ellas son auténticas y de extrema calidad.
Me ha llamado la atención los distintos tipos de madera que sirven de apoyo a los metales preciosos, dibujando entramados concéntricos que parecen fundidos al oro. De cada arista, surgen unos intricados arabescos ovales, en cuyo interior se aprecian unas vetas de algún raro metal, que parece modificar su tonalidad según le incida la luz.
He sen tido la tentación de mirarme en él. Esperaba ver reflejado una imagen mostruosa, como suele pasar en esta clase de objetos. Pero me ha defraudado. Mi reflejo limpio e impoluto no mostraba ningún tipo de distorsión, tan sólo una pequeña mancha borrosa y poco nítida, que no he podido eliminar, en el ángulo superior derecho.
Desde luego es extraño. Parece tratarse de una superficie totalmente pulia. Sin embargo, los demás espejos rituales que han pasado por mis manos, a parte de ser sensiblemente menos aparatosos y mucho menos labrados, siempre mostraban la paculiaridad básica de mostrar reflejados imágenes distorsionadas, que servían como «prueba evidente» para los incautos creyentes, de estar en presencia de «fuerzas sobrenaturales».
© 2006 Vte Paredes